Búnker con hilo musical
Abajo hace frío y se respira humedad,
el decorado quiere parecer de cartón
pero se endurece igual que antes lo hacían mis nudillos.
Los huesos chirrían y
se quieren separar de la piel,
los vuelvo a hundir contra el muro
y olvidan su afán de protagonismo.
Recuerdo cuando había lunes
y los bares, sus piernas,
el miedo,
mi juventud,
las esquelas de los periódicos.
Aquí abajo
tengo tan pocas cosas
que me sobra mi propia existencia.
No existen días,
ni los astros,
no hay celos, ni relojes, ni prisas,
no hay guerras
(excepto una civil conmigo mismo)
Afuera... aún puedo escuchar
Montañas seducidas por el adoramiento de un sol,
las flores se rebelan y gritan a los árboles,
los pájaros ya no sueñan
porque se les ha olvidado volar,
los animales abandonan las armas
y los ladridos son su extinción.
Todos los niños del mundo
se ahogan en mares de plástico
y sus madres trafican con balas
para pagar sus funerales.
El hambre es un dictador
con ciento doce galones y sin vida militar,
los coches y sus conductores
son el espejismo de la vida
y se escupen cien años de maldición
chocándose a la velocidad de la luz
...
Si aquí abajo llega la catástrofe
me inmolaré junto a las cucarachas.
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