jueves, 29 de diciembre de 2011

Año I (d. de mí)


Coincidió casi el mismo año
que a la suerte le diera por abandonarme
y yo dejara de creer en Dios.

Supongo que cuando asalto una nueva iglesia
me apresuro a tragarme los nudillos,
así nadie me tira de la lengua
y me ahorro el persignarme
(menos contigo)

Y si quieres seguimos hablando de mi religión
o de por qué te comparo con Dios;
siempre queda mejor llamarte Afrodita
que Puta
(menos en la tele)

O de cómo me sigo dando miedo
por no saber sujetar agosto
a las trabillas de mis pantalones,
y de jugarme septiembre
a cara
o
carísima.

Quien a hierro mata...
y yo perecí un 31 de julio  
entre los amasijos de tu boca.

Hoy ya solo me visitan los camareros
y veo que lo de no creer en Dios era recíproco.

Me llevan flores,
un libro de metáforas de Neruda,
una botella de ron que no me dejan probar
y con la que rezan
que una vez
"hice reír a más de mil mujeres".

Y se escucha una risa, como de una viuda
pero sin reloj de arena.  








No hay comentarios:

Publicar un comentario